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Otra rayita para la tigreza.

Casi dos meses después del terremoto del 19 de septiembre en la Ciudad de México, mis hijos regresaron al CENDI, ya habíamos platicado con el cachorro y se mostraba más interesado, quería volver a ver a sus maestras y sus compañeros; yo sabía que la cachorrita era el menor de los problemas, en cuanto vio el chaleco con su gafete, se puso contenta. Planeamos bien el regreso, nos levantamos temprano, teníamos todo listo, salimos a tiempo y encontramos taxi de inmediato, llegamos temprano y pasamos a dejar a los cachorros a sus respectivas salas, las maestras de la sala del cachorro no habían llegado, así que se quedó con los niños de la otra sala de Preescolar I, un poco confuso pero decidido a quedarse. Más o menos a las 10:30 am, recibo la llamada de mi esposo que me dice: -llamaron del CENDI, que vayamos por el cachorro porque tiene liendres-. Se me subieron los colores a la cara, me enoje, me desconcerté, me sentí apenadísima, en conclusión, me sentí una MALAMADRE. ¿Cómo

El nacimiento de la cachorrita

  Fue un embarazo imprevisto, pero en el fondo deseado, con un bebé de menos de dos años,   las hormonas aún revueltas,   la oxitocina a todo lo que da… quedé embarazada de nuevo. Cuando dimos el anuncio muchos se sorprendieron, pues con una economía en bancarrota y llena de deudas muchos pensaron que no la “armaríamos” hasta yo misma pensé que había sido mala idea, pero ya estábamos de 14 semanas cuando lo confirmamos, no hay vuelta atrás. Mi madre me dijo que iba a ser niña (todos en mi familia deseaban que fuera niña) y yo por llevarle la contra deseaba un niño para tener “mis dos guaruras”, fue un embarazo un poco más difícil que el primero, más dolorcillos e incomodidades, mi hijo a penas se había soltado a caminar y aún había que cargarlo y yo no quería lastimar al bebé o lastimarme, mi pobre hijo se puso muy chipil , lloraba por todo no me quería soltar   en fin, ambos estábamos muy estresados no sabíamos qué hacer ante esta nueva situación, cómo nos iba a ir con este

Siguen sin gustarme las áreas de juegos infantiles de los restaurantes.

Con ganas de darnos un gustito, teníamos el domingo libre y decidimos buscar dónde ir a comer-cenar y que se me ocurre que fuéramos con el cachorro a un lugar que tuviera “área de juegos infantiles” para que se divirtiera y se cansara, así empezamos a pensar ¿dónde podríamos ir?, lo que se nos ocurrió fue uno de esos restaurantes de comida rápida que venden pollo, yo tenía ganas de la ensalada que venden allí, lo se… no es lo mejor, no es lo más sano,   etc., etc. Después de buscar por la zona de Tlalpan o Vértiz, recordamos que conocemos uno en la Avenida Juárez y Paseo de la Reforma. Llegamos y el lugar estaba llenísimo, había muchos niños en el área de juegos, compramos el pollo y nos sentamos a comer, mi niño al principio se sintió cohibido por la cantidad de niños, pero pronto se animó   empezó a jugar. A penas empezamos a comer cuando uno de los niños empezó a grita “esa niña ya se hizo de la pipí y mojó la resbaladilla”, se refería a una pequeña niñita de tres años o

Sentí celos…

Como introducción les comento que mi esposo dejó su trabajo de tiempo completo y sólo está trabajando en el pequeño puesto de hamburguesas y hot dogs   que tenemos y que se ubica en la casa de mi suegra, coincidió con que este año, ella se jubiló y está más disponible para cuidar a los niños mientras mi esposo prepara lo necesario para la venta, el niño acude a la guardería pero ya no es tan regular,   con mi esposo en casa ya no es tan estrictamente necesario que vaya a la guardería y la nena aún no tiene asignado su lugar en la guardería y no se ve para cuándo. Entonces mi suegra   “cuida” a mis niños unas cuantas horas, mi esposo está allí mismo, si acaso sale a comprar mercancía; los niños regresan a casa conmigo por las tardes mientras mi esposo atiende   el puesto. El problema, es que esta nueva dinámica me hace sentir celos… mi esposo me cuenta lo bien que se la pasan los niños, lo bien que comieron, los niños regresan con juguetes y cosas que les compró su mamá to

Mi casa está sucia.

Hace unas semanas tome unos días de descanso del trabajo y me quedé en casa con mi esposo y mis niños. Como era de esperarse tenía ganas de hacer muchas cosas, arreglar aquí, limpiar allá, salir a caminar, ayudarle a mi niño con su proceso de control de esfínteres, en fin. Y pasó lo que a muchas que somos desorganizadas sin remedio, no hice mucho de aquello que planeaba hacer y una de esas cosas fue limpiar aquí y haya. Uno de esos días en los que estuve en casa intentando darme el tiempo para limpiar, mis niños estaban conmigo y venían constantemente a llamarme y buscarme, claro son pequeños y me necesitan, son sólo dos veces al año que me puedo tomar unos días para descansar del trajín diario de ir y venir al trabajo, la guardería, la familia, etc. y para ellos es también una ruptura en su rutina el tenerme en casa por varios días. Yo me empecé a sentir un poco agobiada porque quería limpiar y los niños me llamaban, yo les decía "espérame, ya casi acabo" y pues no, ter

Y nació el primer cachorro.

Mi primer hijo nació en día del cumpleaños de mi papá, por lo que son tocayos de nombre y comparten cumpleaños. El parto estaba programado para finales de enero (40 semanas) y había quien me decía que me iría hasta principios de febrero, a las 38 semanas mi bebé decidió nacer después de un embarazo muy tranquilo, unos días antes se me había subido la presión pero no me imaginé que se trataba del inminente parto. Fue muy bonito, el jueves por la mañana,   el papá oso se acaba de ir a trabajar, eran las 7:00 am; yo me quedé acostada en la cama,   escuché que se alejaba la camioneta y empecé a sentir un leve dolor en el bajo vientre como un cólico menstrual y lo supe, el trabajo de parto empezaba. Me quedé acostada un rato más, me levante a desayunar y a empezar a limpiar la casa, preparé la comida y me dispuse a dejar todo listo para mi ausencia por unos días. Pude hacer mis actividades normalmente, el dolor iba aumentando ligeramente era bastante tolerable, a la hora que el

He juzgado a una madre

Hace unos días en el transporte público, abordó una señora con dos niñas, una de ellas tenía entre 9 o 10 años y otra pequeña como de 4 años, la niña mayorcita encontró un asiento libre y lo ocupó, la madre y la niña pequeña se quedaron de pie junto a la puerta, la niña pequeña comenzó a llorar porque se quería sentar y la madre la regañaba y le decía que se bajarían pronto que no se iban a sentar; al ver la escena algunas personas le cedían el asiento a la madre pero ella se negaba a aceptarlo, la niña pequeña comenzaba a hacer un berrinche un poco más subido de tono y el chofer del autobús manejaba de manera muy imprudente. Llegado un momento y antes de que la niña se tirara al suelo de berrinche, la madre le dio un golpe en la mano, lo que en México le decimos un buen manazo, fue allí cuando sentí la necesidad de   intervenir y le dije a la señora que se sentarán, que no se arriesgara a llevar a la niña así en la puerta haciendo berrinche y con el riesgo de caerse pues el auto